jueves, 21 de mayo de 2015

Ni dos, ni tres... Uno mismo.


Cada uno decide ser victima o victimario.
Uno mismo decide la vida,
uno mismo decide la muerte.
Uno mismo decide
vivir en un charco
que refleja el azul del cielo
y el sol radiante.
Uno mismo decide
morir en un charco
que refleja las nubes negras,
las caras largas en la ciudad,
los pasos de odio
y una lluvia que
no planea cesar.

Uno decide ser..
una colección de vinilos
que yacen en la memoria,
pero que cada latido,
pero que cada sentir,
refleja el ritmo de una canción,
de un día,
de un momento,
de una vida con sentido en un instante,
de una mirada,
de un renacer.
Uno decide ser...
una colección de vinilos,
sin nombre, rayados, sin títulos.
Escondidos y guardado,
alejados de los sentidos,
de la sensación que producía,
que emergía desde el centro del pecho
liberando aves,
liberando la vida;
o cada uno decide ser olvido.

Cada uno decide
flotar sobre la arena blanca,
jugar con ella y los castillos en la cabeza,
donde no hay reyes ni princesas,
donde hay horizontes a la par de nuestra respiración.
En una playa donde 
se es miles de historias,
y olas acariciando la mejilla de la costa.
Cada uno decide
sumergirse, 
arriesgarse,
ahogarse...
cada uno decide en qué mar ahogarse.
Cada uno,
artífice, dibujante, escritor,
del llanto que ahoga un cuarto,
cubierto de recuerdos que
nunca han quemado las pieles inquietas,
que nunca sucedieron,
que murieron sin haber nacido.

Cada uno decide,
volar el alma,
despegarse del trajín
del sueño forzado,
para no despertar y
ver que en realidad nada importa.
No importa si ese amor no es correspondido.
Porque te corresponde la vida
¿y qué mas da?
Porque te corresponde la risa aguda,
porque uno decide.
Pero la muerte siempre nos corresponde,
siempre nos da la bienvenida.