Bendito sea el dulce anisum que irradias al sol cuando quema tu terciopelada piel. Dulce y bella la luna y las estrellas que ocupan en el universo de mi ser tu estrepitoso fracaso, que se hace notar como nube en montaña, como sol en oscuridad, como tu amor en mi.
Por entre nosotros bramaba la lujuria que soplaba fugazmente como el viento que hace danzar una hoja en otoño, como cuando tocas mi cintura.
Lograbas estremecer todo aquello que tocabas, el frío nos estremecía, tu lo hacías, tu lo lograbas.
En la oscura noche de aquél día sonaba esa balada americana que tanto te gustaba, sonaba tu voz, tu canto que no escuchaba, tus labios que no besaba y piel que nunca toqué. Mi imaginación taladraba la amargura de amar sin recibir. Un amor de flores rojas, y negras a veces; un amor que no se ve ni se palpa, un amor que no conocemos, que creamos pero que nunca sentimos. Las amapolas de nuestro amor mueren sin razón de haber nacido, mueren como lo que quisimos ser y nunca fuimos, como lo que queremos y sabemos que nunca podremos conseguir, con ganas de ser y no poder, con ganas de ti y de mi, con ganas de nosotros y no de un " tu y yo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario