Miro hacia afuera, mientras giro mi cabeza y el colectivo que lleno de nada estaba, ahora se puebla de dolores, sonrisas, riñas, mal humores, escaceses de pensamientos maduros y nubes de cigarrilos a escondidas.
Tan lejos de adivinar la rudeza de los dias, y la costumbre de verte vestido siempre distinto y tu rostro armonicamente firme. Sin pesimismo, ni llantos, y mucho menos brillo. La tez blanca sudorosa del sol, finas marcas de cristal desde esas magnificas esferas que uno nunca olvida.
Antes de voltearme para sentir el rugido del motor, para arrancar hacia el frente. Este mecanismo guardado, grabado ¿algo mas? siempre para adelante: 'vamos por aqui, por alla esto es todo lo que añoras'...
Vi una pareja de adolescentes como yo... y me desprendo de las atadurías que me arraigan a esa definición, no soy adolescente, ya no.
Y tampoco en mis memorias nunca tuve un amor adolescente, nunca nadie supo arroparme entre el calor y la verdad: amor y verdad, ya nadie lo recuerda.
Pero en un momento que no recuerdo, sentada en el vaiven del sol y la sombra, soñé tu palma en mi hombro... que tibio y resplandeciente andar por mi espalda habias dejado.
Que firme te pedi que nunca te fueras, sin decirtelo y sin verte, como una bolsa acorralada por el viento nunca fui hacia ti, me quedé. Y fui tan tuya como las hojas del otoño, que mueren en esa estación, en ese momento y nunca seria de nada ni nadie mas.
Asi se marchitaron los azules del cielo... y los jazmines: si yo recordase su aroma junto al tuyo, con el mio... que feliz sería, que feliz que fuí.
Dejé crecer el sentimiento en un cajón de roble, en un magnetismo casi inutil, cerca de tu lejana ausencia.
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