Era casi invierno, las hojas ya casi desaparecian, las calles se veían cada vez más tristes, la plazas casi vacias y a las 6:30 ya se alejaba cada vez más el sol. Yo tan solitaria como de costumbre, es la única forma que la vida me dió para seguir adelante y poder enfrentarla con la cabeza en alto. Ése día sentia que algo iba a cambiar, es sentir que si no lo persives en el instante que se crea, muere con la desilución de no haberlo sentido. Ése día te crucé, iba con la cabeza gacha, mirando las hojas tan palidas en el suelo, algunas volaban con el viento y otras se podría decir que casi danzaban; yo siempre supe encontrarle le bello hasta a el más minimo grano de arena, hasta a eso.
Noté que se encontraba sólo; traté de buscar algo coincidente conmigo, la ropa, su estilo, etc. ¿Saben qué?, sacó de su bolso un libro, lo miré atentamente, era el mismo que yo tenía en mis manos. Así de repente me surgió una timida sonrisa, más sonrojada que otra cosa; nosé porqué me pasaba eso.
Me comenzó a hablar del libro, él lo hacia cada vez más interesante aunque lo había leido tantas veces que podria escribirlo una y otra vez, pero ¡Claro!, yo no lo había leido, por supuesto.
Me invitó a tomar un café luego de una extensa charla, bajo aquél árbol y las estrellas cada vez mas brillantes. Dudé, pero al fin acepté. Nunca tuve una charla tan interesante, podría decir todo lo que yo sabia pero, nosé porqué el lo hacía más interesante, ¡Lo sé! ESTABA IDIOTIZADA.
En un momento miré mi reloj ya era muy tarde, de lo apurada que salí no tuve tiempo ni de preguntarle su nombre... sólo escuché que me dijo ojalá te vuelva a cruzar.
Cuando regresaba a mi casa no hacia otra cosa que pensar en él, me distrajo hasta el punto de olvidarme de todo. Sería mucha suerte volver a cruzarlo, pensaba yo.
Al día siguiente, y al otro y al otro; siguió rondando por mi cabeza.
Una mañana, desperté ya no me acordaba de él, hasta que decidí volver un mes despues al banco de abajo del árbol, no lo podía creer cuando lo ví sentado allí... agradecí a todos los cielos, era todo tan perfecto. Me acerqué a él lo saludé muy contenta, no sabia que decirle ni que hacer, sólo me quedé paralizada cuando me dijo: " Todos los días a ésta misma hora, venía aquí por si alguna vez decidias regresar, supuse que lo harias...( yo no le respondí), y me confesó: podrás pensar que estoy loco, pero cuando te ví sentada debajo de aquél árbol sentí como si fueras importante, por eso mismo me senté a tu lado, y bueno, ¿ves? el destino nos volvió a cruzar, ¿qué dices si tomamos otro café? ...
Claro ( le dije) ... pero primero dime tu nombre, le contesté. Era un nombre para mí muy conocido, aunque no lo conocí esa segunda taza de café me hizo enamorarme. Lamentablemente no lo ví nunca más pero, se que algún día va a volver a esperarme debajo de ése árbol, lo sé porque me confesó que habia sentido algo cuando se sentó a mi lado.
mendigandocordura.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario