Dulce y ligero dolor es lo que siento. Las espinas de lo que fue y que nunca pudo haber sido hoy, se entierran en mi pecho que se desgarra de dolor, las espinas del recuerdo. Esas que no se irán y quedarán siempre en mi, hasta que algún día renazcan nuevas amores que me hagan sentir que la agonía desapareció, pero aún así que nunca desaparezcan; porque ése será el único recuerdo que tendré de ti grabado a flor de piel, grabado como el día que me dejaste un frío beso en la mejilla, que sólo abarcaba un mundo de dolor dentro tuyo, un mundo de desesperación y de arrepentimiento. Donde te sentenciabas a caminar sobre aquella cuerda floja en la que sólo te sostiene la amargura de aquél amor que algún día te di sin dártelo, sin regalártelo por completo porque no quería ser ni tuya ni de nadie; sólo quería ser del viento, de ese que a veces me convierte en prisionera de la libertad y otras veces soy libre en una jaula, porque supe a tu lado encontrar la libertad que nunca tuve... siendo así, presionera de algo que ni tu ni yo queríamos, de algo que se volvió indeseable, de un amor que no debíamos sentir... porque no era amor, nunca fue y nunca iba a ser.
Las ganas de querernos se escurrían entre sus dedos y yo jugaba a guardarlo por si algún día faltas, a esconderlo debajo de mi almohada para soñar junto a ti, a creerme que te tengo e imaginar que al final podría entregarme a ti.
¿ Y debajo tuyo, sabes que se encuentra ? se encuentra el vacio y la pena, de aquel amor pasado que todavía no olvidas ni deseas hacerlo. Porque aún la amas como nunca me amaras; por eso fue que te deje ir, no digo libre porque siempre lo haz sido, esa siempre fue tu esencia y muchas veces pena y gloria a la misma vez, muchas veces vida y muerte en el mismo cuerpo... así era como te sentías, todo lleno de amor y prisión, lleno de juventud y vejez, lleno de amor tuyo, pero nunca, lleno de amor mio.
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