La felicidad a la par, la felicidad al galope.
Mientras ella ya no estaba
ni en mi, ni en nada de todos los días,
la mujer, la señorita, la músico,
la que me tomaba la mano y
movía la copa de los arboles
era quien acompañaba mis pasos,
era la que me hizo creer que
revoloteábamos cerca de las nubes
junto con los pájaros,
pero ella, siempre ella
en su tren de ida y nunca de vuelta,
sin que me diera cuenta,
sin que lo dijeras.
¡Que inquietante resulta,
verte partir en paz!
¿es la distancia quien me ahoga?
¿y esos dos caminos?
Que no me abren paso,
que no me encierran,
que no me reciben,
que no me amarran a mi,
que no me separan de vos.
Y sin embargo me quedo,
donde sea que pueda estar.
Y sin embargo sigo tus pasos,
blancos y negros,
negros y blancos,
mientras giro alrededor
del abismo,
mientras no me muero,
y tampoco se si vivo,
mientras no te recuerdo,
pero tampoco te niego.
Lo siento,
créeme que lo siento,
haberme hecho creer
que iban a crecerme alas
cuando me lance hacia aquel abismo.
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