domingo, 22 de marzo de 2015

Un hombre se ha vuelto un niño

El no tiene palabras, solo oídos. Que suerte la suya, que esa boca siempre se abstiene de cuestionar otra vida. "Un consejo para ti niño: siempre recuerda en que tierra tus raíces han crecido".
Y que suerte es que mientras unos rompen los silencios con palabras, orgullos, guerras y odios; otro (o el) mejor dicho el, se arriesga a seguir las hojas muertas del otoño, porque no le tiene miedo a la muerte, porque no le tiene miedo al miedo. Jugar a hamacar el cabello con el viento que amansa la calma y lo vuelve flor de septiembre; que el ritmo de las alas de las aves corra por sus venas e iguale el ritmo del corazón.
Pobre tu cerebro querido amigo, que no entiende, que no soporta, que se achica y se engripa, que se eriza con la brisa donde el único orgasmo que tiene a diario es aquel felpudo blanco donde sus pies juguetean a que eso, esto, o aquello, podría cambiar.
Quizá, buen hombre, la piel que habita ese candelabro de pocas velas y muchas nubes, le quiera arrancar de un mordisco al pasado esa pieza que le falta a esta realidad;
Cuando los ojos son ojos, cuando el pasto es pasto, cuando el árbol es tan solo un árbol, cuando el día es día, y si... cuando la noche es noche.
Pobre de ti hombre, sentado en el pasillo, con un montón de hojas y entre ellas una lista de amaneceres perdidos, de descansos, de viajes, de libros, de amigos, de perderse porque si donde sea... ese es un curriculum. Un traje de muchacho bien, y zapatos negros, lustrado con ganas, pero mayores son las ganas
que tiene de saltar por esa ventana y volar... lejos.
Si... ese es tu nombre, ese que pronuncia aquella muchacha, el nombre de un hombre con una excelente reputación, que ha preparado su mente para ese día, para su futura "vida", para entrar y saber que va a pasar, ¿para que la incertidumbre? ¿para que la expectativa? ¿ya no recuerdas lo que eran los nervios? ?¿ya no recuerdas lo que era la emoción de... ¡esa!, esa que encandilaba tu día, que levantaba tus pies medio centímetro sobre el piso, cuando corrías porque si, cuando sentías todo eso que por poco olvida, eso de: como volver a vivir.
Pero el hombre no tiene palabras, solo tiene oídos, y respira y late, respira y late una avalancha de ganas, de palabras que le aprietan el pecho, "¡Vamos nene, correr no es tener miedo, correr no te hace menos valiente!".
Y ese hombre ya no respira, solo oye, y el corre, porque es valiente porque su juicio aun le relata cuentos en la noche, aun planea tocar las estrellas del cielo con la punta de los dedos, y por que no sentarse a ver el ocaso sobre una nube con forma de conejo.
Aun llora, aun sonríe, y la lluvia todavía le sigue empapando el alma (el no usa paraguas), y sigue suspirando como un niño.

Alguien recordó que sigue siendo libre,


alguien aun oye,

ese alguien, ese hombre,

ese hombre se ha vuelto un niño.

hecho de viento con olor a clavel.

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