lunes, 20 de abril de 2015

Black

¿ Por qué este afán de querer regalarse flores muertas? De buscar un camino debajo de una montaña de puñales bien recibidos, que siguen sangrando en un río de heridas, donde viajan los recuerdos y nos hacen renunciar a la dignidad.
 Chocar el rostro contra el parabrisas y querer ver mas allá, tratar de buscar una solución. Apostar a cualquier recuperación luego de la muerte.
Esa inconsciente locura de querer volver cierto lo incierto, ahogarse en agonía, para no ser salvado por nadie, para beber el sabor del abandono.
 Gatillar hacia un cielo inmerso en nubes que dibujan su rostro, esperando que de un disparo se rompa la oscuridad, para que luego entre la luz. Tal vez, querer mirarse sin verse...
Y esos versos que vuelan mientras un frío polar invade la cama y separa sus cuerpos hechos escarcha, cuerpos que no se quieren despedir, y que de a poco destiñen pilares hechos sobre arena; para luego en el derrumbe querer caminar sobre escombros que hacen sangrar los pies, y el corazón... el corazón también sangra.
 Lo digno del destino que sabe jugar limpio, que no les pertenece ni tampoco les revela el horizonte, ni un mismo camino, ni un mismo lugar, ni un mismo encuentro, ni la misma necesidad, ni el mismo orgullo, ni el mismo presente...
 A pesar de todo intento fallido, aun siguen gastando las pestañas en una revolución mental al querer leer entre lineas la piel del otro, y sólo ver un cuerpo de carne y huesos. Duele.
 Y por más intentos, uno, siempre uno de los dos, vuela porque se cree que se es fuerte, vuela sin motivos, porque no hay nido, ni flores, ni mucho menos discos que adornen la despedida. Pues lo ennegrecido nadie puede volverlo luz, la sangre nadie puede volverla agua.
Porque cuando a uno de los dos les toca la miseria de ver lo poco o nada que queda, ninguno logra visualizar ese vaso medio lleno, porque uno se ahoga en el, mientras el otro se larga, respira, y lo mira desde otra costa, desde otro corazón.
Y quien ahora llena sus pulmones de agua o de recuerdos de hierro que lo van anclando en el fondo del mar, revela sus aletas, y comienza a nadar, hacia el desvarío, hacia la nada, y se encuentra consigo mismo... una isla que nunca pisó. Porque siempre alguien la borraba del mapa, siempre alguien estaba ahí para evitar la desilusión, siempre alguien tenía temor de si mismo.
Pero por sorpresa, ese alguien se encuentra con un corazón que aún late, alguien se encuentra con un sol radiante y un gesto que hace tiempo se había marchitado, alguien se encontró con una primavera en su rostro. ¿Qué creen? alguien ha vuelto a casa, alguien encontró en el mundo su lugar, mejor dicho:
Alguien encontró su hogar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario