miércoles, 1 de abril de 2015

Desde el otro lado del río

















Entonces yo te miro, y te encuentro no como persona, 
sino como el animal mas humano 
que cualquier persona decente de corbata, traje y un salario.
En el silencio de tu respiro,
yo se que te encuentras del otro lado del río.
Que tu alma pudo haber perdido tanto, tanto,
y ha ganada tan poco, pero aun así
te basta un pequeño recoveco en mi regazo
para sentirte en casa.
A vos, que te basta correr a toda prisa,
aunque aun no sepas que por mas que corras
no podrás levantar vuelo,
que por mas que huyas,
uno no se pierde jamas.
Quiero saber entonces,
¿por qué te quedas viéndome?
¡ya lo se, tus ojos pueden verme el alma!...
entonces ha de ser evidente por qué no hablas.
Mi buen amigo,
dirás que sabes expresarte muy bien,
pero hay quienes no te entienden,
y aun así seguís intentándolo,
seguís sonriendo y moviendo el rabo.
Bueno, tan solo estas ahí,
parado sobre tus cuatro patitas de color del trigo.
¿Podrás mantenerte del otro lado del río?.
Me adentro en tu interior de colores
y olvidos donde encuentro la verdad,
que no es río, es mar o mas bien isla.
Porque en el eco,
en el espacio de la distancia que nos divide,
encuentran las mariposas,
los arboles verdes y altos
con coronitas para jugar,
las montañas y sus laberintos,
las patitas mojadas
por el agua cristalina de los lagos de tu sinceridad,
el canto de los pájaros para seguir,
los charcos de agua donde crece la niñez,
el arcoiris donde nace el movimiento mágico de tus orejas,
que todo oyen.
Ahí donde no hay injusticia,
donde todo se rige como debe ser,
amar hasta que sea habito...
Sin embargo estas acá, con nosotros,
pero tu alma, esa isla desierta de dolores,
rencores, orgullos, tristezas, desdichas,
desilusiones es mi hogar: tu calor.
Yo que mas quisiera que habitar contigo
esa parte en tu mundo,
en donde lo único que me una a esta raza
que llevo como mía,
sea la mayor distancia posible
de los que no saben sentir como lo hacemos vos y yo,
donde olvido es perdón,
donde besar sin importar a quien,
donde el azul del cielo se refleja en tus ojos
y aunque no vueles, eres libre,
tan libre que no sabes de pasado,
presente ni futuro.

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